jueves, 2 de febrero de 2017

JUDIT. INTRODUCCIÓN. LOS JUDÍOS FRENTE AL HELENISMO.

La penetración y difusión del helenismo en oriente plantea al pueblo de Israel una de sus mayores crisis históricas.

Siempre tuvo Israel que enfrentarse con culturas extranjeras, sin perder su identidad o casi creándola por contraste. Descuidando los influjos egipcios la cultura cananea -religión, derecho, literatura- acoge a los israelitas con su superioridad pacíficamente amenazadora. Esa cultura cananea ha recogido una cultura semítica común dándole una expresión particular. Israel sabe presentarse al desafío y triunfar, a pesar de numerosas bajas espirituales entre el pueblo.

Acoge el derecho y lo inserta en un contexto superior de alianza con el Señor; acoge mitos y desarma su arquitectura narrativa, transforma la visión mítica en historia y poesía; asume la lírica religiosa y la transforma en salmos yahvistas. Por no hablar de la apropiación pacífica de la cultura urbana y agrícola.

También el impacto babilonio sobre los desterrados fue intenso y peligroso, y supo ganar, retener y asimilar a muchos. Ni es de despreciar la influencia persa.

Con todo, el helenismo representa algo nuevo: sobre todo como irradiación, cultura atractiva y fascinadora. Lo de menos es el poderío militar, que en rigor se podría considerar como un progreso de las técnicas militares asirias, con menos crueldad. Si las armas de Alejandro vencieron fácilmente, la cultura helénica convence. ¿Será una amenaza para Israel, para ese pueblo extraño que vive separado de los demás? ¿Podrá Israel asimilar la cultura griega del helenismo como un día asimiló la cultura cananea? A la larga lo consiguió, como lo prueba brillantemente Filón.

A la corta tenemos que distinguir dos épocas en el desafío del helenismo. En la primera etapa, algunos espíritus originales saben volver su mirada inquisitiva y crítica sobre sus propias tradiciones y doctrinas. A esa época podrían pertenecer (según algunos investigadores) el libro de Jonás -gran sátira contra el nacionalismo cerrado-, el Eclesiastés -reflexión melancólica y dramática sobre el sentido de la vida- y otras obras no canónicas conservadas parcialmente en escritos posteriores.

La posible asimilación pacífica queda violentamente cortada por la conjunción de dos fuerzas: los excesos de círculos progresistas, y el exceso intolerante de un tirano extranjero. Ambas fuerzas provocan la reacción, colocan a Israel en situación de ser o no ser. En medio de la rebelión armada muere la posibilidad de una convivencia pacífica y creativa.

Las cosas llegaron a suceder así: A la muerte de Alejandro, su imperio colosal y reciente se desmembra. En poco tiempo se consolida una nueva división de oriente y occidente (poco más o menos), de Seléucidas y Ptolomeos, de Siria y Egipto. Con cambio de nombre y de personajes, es la consabida ambición, que convierte a Palestina en puente ensangrentado, en territorio apetecido; y, como es normal, la presión externa crea internamente dos partidos, de favorables a los Ptolomeos y favorables a los Seléucidas. El mayor grado de explotación del señor de turno hace cambiar la popularidad y las lealtades; por una temporada se presenta como liberador el que será el próximo tirano.

Antíoco III (seléucida) fue derrotado por Ptolomeo IV Filopátor en Rafia, el año 217; el Ptolomeo sucesor no supo mantener la supremacía. Su general Skopas, después de una victoria durante el invierno del 201-200, sucumbre ante Antíoco III el mismo año 200. Durante los años siguientes, el Seléucida explota su victoria, procurando ganarse el favor de las poblaciones liberadas (o sometidas); concedió a los judíos, por decreto real, apoyo para la reconstrucción de templo y ciudad, liberación de prisioneros y exención de tributos durante tres años.

La situación favorable duró poco. Al morir Antíoco III, en 187, le sucedió su hijo, Seleuco IV Filopátor, el cual fue asesinado el año 175, y su hermano ocupó el trono con el nombre de Antíoco IV Epífanes. Este Antíoco fue el gran enemigo del pueblo judío, del que hablan los libros de los Macabeos y al que parece referirse el libro de Judit.

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