jueves, 2 de febrero de 2017

JUDIT. CAPÍTULO 7.

La ciudad sitiada

71Al día siguiente Holofernes ordenó a su ejército y a las tropas aliadas que levantaran el campamento y avanzaran hacia Betulia, ocuparan los puertos de la sierra y atacaran a los israelitas. 2Aquel mismo día todos los soldados emprendieron el avance. El ejército contaba ciento setenta mil soldados de infantería y doce mil jinetes, además de los de intendencia y la enorme muchedumbre de a pie mezclada a ellos. 3Formaron en orden de batalla en el valle cercano a Betulia, junto a la fuente, desplegándose a lo ancho en dirección de Dotán, hasta Belmain, y a lo largo desde Betulia hasta Ciamón, frente a Esdrelón.
4Cuando los israelitas vieron aquella multitud, comentaron aterrorizados:
-Estos van a barrer la faz de la tierra; ni los montes más altos, ni las colinas, ni los barrancos aguantarán tanto peso.
5Cada cual empuñó sus armas, encendieron hogueras en las torres y estuvieron en guardia toda la noche.
6Al segundo día Holofernes desplegó toda la caballería ante los israelitas de Betulia, exploró las subidas a la ciudad, 7inspeccionó las fuentes y las ocupó, dejando allí destacamentos militares. Luego regresó a los suyos.
8Los mandos moabitas, los oficiales de Esaú y los jefes del litoral fueron a decirle:
9-Si vuestra alteza nos hace caso, el ejército no sufrirá ni un rasguño. 10Estos israelitas no confían en sus armas, sino en la altura de los montes donde viven, porque las cimas de esos montes no son fáciles de escalar. 11Pues bien, alteza, no les presentes batalla y no sufrirás ni una baja. 12Quédate en el campamento, reserva a tus soldados y permítenos ocupar la fuente que brota al pie del monte, porque de ahí sacan agua los de Betulia. 13Así, cuando la sed acabe con ellos, entregarán la ciudad. Nosotros subiremos con nuestros soldados a la cumbre de los montes cercanos y acamparemos allí, para impedir que salga nadie de la ciudad. 14Se consumirán de hambre, con sus mujeres y niños. Antes de que los toque la espada caerán tendidos en las calles de la ciudad, 15y así les pagarás su rebelión, cuando no quisieron salir a tu encuentro en son de paz.
16La propuesta le gustó a Holofernes y a sus ayudantes. Ordenó que aquel plan se llevara a efecto, 17y los amonitas emprendieron la marcha con mil asirios; acamparon en el valle y ocuparon los manantiales y las fuentes de los israelitas.
18Los edomitas y amonitas subieron a la sierra, acamparon frente a Dotán y mandaron destacamentos hacia el sur y al este, frente a Egrebel, cerca de Cus, sobre el torrente Mocmur. El grueso del ejército asirio acampó en la llanura, cubriendo todo el suelo. Sus tiendas y bagajes formaban un campamento de una extensión enorme, porque eran una multitud inmensa.
19Al verse cercados por el enemigo, sin posibilidad de escapar, los israelitas se desanimaron, y gritaron al Señor, su Dios.
20El ejército asirio -infantería, caballería y carros- mantuvo el cerco treinta y cuatro días. Los vecinos de Betulia gastaron el agua de las tinajas; 21los aljibes se agotaron, y ya ni un solo día podían beber agua hasta saciarse, porque estaba racionada. 22Los niños estaban macilentos, las mujeres y los jóvenes desfallecían de sed y caían por las calles y junto a las puertas de la ciudad completamente exhaustos.
23Hasta que un buen día todos, jóvenes, mujeres y niños, se amotinaron contra Ozías y los jefes de la ciudad, vociferando contra los senadores:
24-Que Dios sea nuestro juez, porque nos habéis causado un perjuicio grave al no querer negociar la paz con los asirios. 25Ahora ya no hay quien nos ayude. Dios nos ha vendido a los asirios para que sucumbamos ante ellos, muriendo atrozmente de sed. 26Llamadlos y entregad la ciudad entera al pillaje de todo el ejército de Holofernes. 27Nos tiene más cuenta que nos saqueen: seremos sus esclavos, pero salvaremos la vida, y no veremos con nuestros ojos morir a nuestros niños, ni expirar a nuestras mujeres y nuestros hijos. 28Si no lo hacéis hoy mismo, invocamos por testigos contra vosotros al cielo y la tierra y a nuestro Dios, Señor de nuestros padres, que nos castiga como merecen nuestros pecados y los de nuestros padres.
29Entonces se levantó de la asamblea un lamento unánime, y gritaron al Señor a voz en cuello.
30Ozías les dijo:
-Tened confianza, hermanos. Vamos a resistir otros cinco días, y en ese plazo el Señor, Dios nuestro, se compadecerá de nosotros. ¡Porque no nos va a abandonar hasta el fin! 31Si pasados los cinco días no hemos recibido ayuda, haré lo que habéis dicho.
32Disolvió la reunión, cada uno a su puesto: los hombres subieron a las murallas y torres de la ciudad, y mandaron a casa a las mujeres y niños. Entre la población cundía el desánimo.

Explicación.

7 Betulia: La ciudad, fugazmente nombrada en una enumeración del cap.4 y presente en el cap.6, asume finalmente su importancia decisiva. En el relato Betulia no es Jerusalén, casi se opone polémicamente a ella. Es una ciudad geográficamente desconocida, no identificable, narrativamente protagonista, porque en ella se va a decidir la suerte de todo Israel. Su nombre, aunque suena parecido a Betel (= Casa de Dios), fonéticamente no es reconocible. Es como si las grandes promesas hechas a Jerusalén se hubieran transferido a una ciudad secundaria. Y contra esa ciudad se derrama un ejército colosal, desconocido en la antigüedad, recogido de todas las naciones. Casi un salto apocalíptico contra una ciudad encaramada en una colina (véase el ejército de Gog en Ez 38).
La fuente: el aprovisionamiento de aguas es factor vital en las antiguas ciudades amuralladas de montaña: recuérdense los pozos y túneles de Jasor, Meguido, Jerusalén. Este dato físico desempeña un papel importante en la presente narración; y la Vulgata ofrece una versión algo diversa: "Holofernes, al hacer un giro de inspección, descubrió que por el sur había un acueducto que llevaba agua al interior de la ciudad, y mandó que lo cortaran. Cerca de las murallas había una serie de fuentes de donde sacaban furtivamente agua, más para refrecarse que para saciar la sed... Holofernes mandó colocar una compañía en cada fuente, alrededor de toda la ciudad".

La fuente puede tener resonancia simbólica en los oídos de un israelita: recuérdense sobre todo Is 8,6 y Jr 2,13: la fuente siempre manante es para Israel el Señor mismo, todo lo demá son aljibes que se agotan. A éstas puede alcanzar el poder enemigo; al Señor, no. El autor no frena estas posibles resonancias, pero tampoco las explota. En cambio, el motín del pueblo muerto de sed trae a la memoria necesariamente el motín del desierto.

Esquema narrativo: como tantas otras veces, encontramos aquí la fórmula ternaria. Primer día y primera noche: avance del ejército enemigo, miedo de los israelitas y defensa nocturna (vv. 1-5); segundo día: cerco, ocupación de la fuente, desánimo de los israelitas y súplica al Señor (6-19); treinta y cuatro días: cerco inmóvil y motín del pueblo (20-29). Desenlace: Dios emplazado (30-32).

7,1 Continúa el avance militar, frenado por el episodio de Ajior.

7,2 A los ciento veinte mil, del comienzo se han sumado las tropas auxiliares de los países sometidos.

7,4 La expresión parece tomada de Nm 22,4. La Vulgata introduce aquí una nueva plegaria del pueblo.

7,7 Aquí se habla de fuentes en plural, como la Vulgata, y contra los versículs 3 y 12, que hablan de una sola. El verso adelanta, a modo de título, lo que sigue.

7,8 Pueblos vecinos y enemigos tradicionales de Israel. Véanse Abd, Sal 137 y otros semejantes.

7,10 "La altura de los montes": los ministros del rey de Siria dicen al rey refiriéndose a los israelitas: "Su Dios es un dios de montaña; por eso nos vencieron. A lo mejor, si les damos la batalla en el llano, los venceremos" (1 Re 20,23). El salmo 121 comienza: "Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor"; y Sal 125,1: "A Jerusalén la rodean las montañas, a su pueblo lo rodea el Señor".

7,14 El hambre no encaja bien en el contexto; puede estar inspirada en diversas frases de las Lamentaciones, 2,12.19-20; 4,9-10.

7,15 Reminiscencias de la ley de la guerra según Dt 20,12-13.

7,21-22 Son expresiones como las de Lam 2,11.21. Pero la serie puede tener además valor simbólico, como en Jr 2,13, y puede traer el recuerdo del desierto, p. ej. Ex 17,1-7.

7,23 Es como uno de los motines del pueblo contra Moisés en el desierto, p. ej. Ex 14,11-12; 16,1-2; 17,1-2; Nm 14,1-4.10; 16,1-3; 20,3-5; 21,5.

7,24 "Nuestro juez": Gn 16,5; 31,53; Ex 5,21; 1 Sm 24,13.16; Ez 34,17. Es apelación en última instancia al tribunal de Dios.

"Dios nos ha vendido": como Jue 2,14; 3,8; 4,2; 10,7; 1 Sm 12,9; Sal 44,13: "vendes a tu pueblo por nada, no lo tasas muy alto".

7,27 "Mejor esclavos que muertos" es el razonamiento de los israelitas ante los obstáculos de la liberación. Ex 14,12. Lo que era inadmisible en el momento del éxodo se hace imperativo en tiempos de Jeremías, cuando Dios impone la rendición como castigo: Jr 27,12: "Seguid sometidos al rey de Babilonia y viviréis". Los vecinos de Betulia razonan así: Dios nos castiga por nuestros pecados; aceptemos la esclavitud como castigo y salvaremos la vida. Este razonamiento lo habrá de impugnar Judit en 8,18.

7,28 Es muy dudosa la frase final del verso, que conjeturalmente hemos leído al principio como condicional y en segunda persona. Más a la letra sería: "Conjuramos... para que no haga (Dios) tal cosa en este día". La Vulgata facilita la lectura: "Os conjuramos hoy por... a que entreguéis la ciudad al ejército de Holofernes; así moriremos rápidamente por la espada y no tendremos una muerte lenta de sed". Y añade: "Dicho esto, la asamblea rompió a llorar y a gritar, y durante muchas horas suplicaron a Dios a una voz diciendo: Hemos pecado, hemos cometido delitos y maldades. Tú que eres compasivo, ten piedad de nosotros, o castiga con tu azote nuestros pecados; pero no entregues tus fieles a un pueblo que no te reconoce; no vayan a decir los pueblos ¿dónde está tu Dios?".

7,30 Ozías habla con reminiscencias de salmos: Sal 37,28; 94,14: "porque el Señor no rechaza a su pueblo ni abandona su heredad". También es tradicional la expresión "hasta el fin, para siempre": Is 57,16; Sal 9,19: 74,19; 77,9; Lam 5,20. Lo malo es que Ozías saca de esos recuerdos la decisión de emplazar a Dios.


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